En 1912, los veterinarios alemanes se preguntaron sobre el caso de un gato febril con una barriga enormemente hinchada. Ahora se cree que ese es el primer ejemplo informado del poder debilitante de un coronavirus. Los veterinarios no lo sabían en ese momento, pero los coronavirus también estaban dando bronquitis a los pollos y a los cerdos una enfermedad intestinal que mató a casi todos los lechones de menos de dos semanas.
El vínculo entre estos patógenos permaneció oculto hasta la década de 1960, cuando los investigadores en el Reino Unido y los Estados Unidos aislaron dos virus con estructuras en forma de corona que causan resfriados comunes en los humanos. Los científicos pronto notaron que los virus identificados en animales enfermos tenían la misma estructura erizada, salpicada de protuberancias de proteínas puntiagudas. Bajo los microscopios electrónicos, estos virus se parecían a la corona solar, lo que llevó a los investigadores en 1968 a acuñar el término coronavirus para todo el grupo.
Era una familia de asesinos dinámicos: los coronavirus de los perros podían dañar a los gatos, el coronavirus del gato podría devastar los intestinos de los cerdos. Los investigadores pensaron que los coronavirus solo causaban síntomas leves en los humanos, hasta que el brote del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en 2003 reveló la facilidad con que estos virus versátiles podrían matar a las personas.
Ahora, a medida que aumenta la cifra de muertos por la pandemia de COVID-19, los investigadores se esfuerzan por descubrir lo más posible sobre la biología del último coronavirus, llamado SARS-CoV-2. Ya está surgiendo un perfil del asesino. Los científicos están aprendiendo que el virus ha desarrollado una serie de adaptaciones que lo hacen mucho más letal que los otros coronavirus que la humanidad ha conocido hasta ahora. A diferencia de los parientes cercanos, el SARS-CoV-2 puede atacar fácilmente las células humanas en múltiples puntos, siendo los pulmones y la garganta los objetivos principales. Una vez dentro del cuerpo, el virus hace uso de un arsenal diverso de moléculas peligrosas. Y la evidencia genética sugiere que se ha estado ocultando en la naturaleza posiblemente durante décadas.
Pero hay muchas incógnitas cruciales sobre este virus, incluida la forma exacta en que mata, si evolucionará hacia algo más o menos letal y lo que puede revelar sobre el próximo brote de la familia de los coronavirus.
“Habrá más, ya sea por ahí o en proceso”, dice Andrew Rambaut, quien estudia la evolución viral en la Universidad de Edimburgo, Reino Unido.
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